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[COLUMNA] #VOIXENCUARENTENA

  • Foto del escritor: mfinsta
    mfinsta
  • 23 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Me da paja escribir lo que todos escriben; que se encontraron consigo mismos, que han compartido más que nunca con la familia, que se han dado cuenta de la REAL importancia de la vida, que esto ha sido un detox de social media... No es de hater, es que me sé de memoria el discurso. La reflexión que me gustaría compartir es un repaso por la salud que hemos tenido en mi núcleo familiar y cuál hubiera sido mi desenlace de no haber podido acceder a ella.


Nací en democracia, en los 90s, cuando las pandemias eran más un cuento de película que realidad, cuando las vacunas eran las grandes aliadas de la medicina y cuando padres como los míos, ya nos criaban feministas (sin saberlo, por supuesto). Nací con muchísimos derechos que supe exigir desde que aprendí a hablar y unos tantos deberes que siempre he puesto en duda. En fin.


La vacuna contra el sarampión fue mi primer tatuaje, no decidí nada. Fue una marca que en los 2000s dio pie para ser discutida, hasta que se hizo un frente de padres 'en contra de las vacunas'. En mi casa siempre fueron pro vacunas, por tanto, cuando intenté discutirlo, no hubo chance. Tampoco pude decidir. Esto porque nací con problemas respiratorios crónicos, un soplo al corazón y tuve una enfermedad autoinmune a mis diez años. Nada gracioso ni para Sexy Paty ni para MAC, mis papás; dos hijos del rigor que jamás supieron de clínicas sino hasta que pudieron costear una tras varios años de trabajo. Mi padre perdió varios dedos de su pie en su niñez y en la posta querían cortale la pierna. Mi bisabuela, un tanto choriza, decidió dejarlo en manos de la Virgen de Lo Vásquez (yep) y bueno, el hombre corre en enduro y hace esquí: sin dedos.


Volvamos a mí. Desde los 6 hasta los 10 años me vacunaban todas las semanas para aumentar mis defensas por todas las alergias con las que nací. Ya estaba acostumbrada. Toda mi infancia se trató de crisis respiratorias (a las que rápidamente se unió Alvarito, mi hermano chico) tan fuertes que mis papás, en plena desesperación, nos llevaban al Cajón del Maipo a las 3 de la mañana para que respiráramos aire puro. Eso cuando ya se aburrían de llevarnos al nebulizador de la Santa María que, sumado a todos los inhaladores y corticoides, francamente absorbían todo el sueldo familiar.


Todavía me acuerdo cuando empezaron las campañas contra el maldito cáncer de cuello uterino o Virus del Papiloma Humano (VPH), una mierda porque estaba en época de adolescencia y significaba contarle a gente x del área de la salud cuántas veces había tenido relaciones sexuales en mi vida para que me vacunaran (en clínicas privadas donde al parecer la gente tiene guaguas gracias al Espíritu Santo y donde tener sexo casual es un pecado capital). Cero cool.


Pasó el tiempo y fui mejorando. Un par de tropiezos, como operaciones a todo lo que se pueda extraer y la Porcina (porque obvio que Alvarito y yo la tuvimos) pero seríamos unos verdaderos desgraciados e hipócritas si no nos consideráramos sanos y, por desgracia, totalmente privilegiados (SALUD GRATUITA PARA TODOS POR LA CHUCHA). Doy gracias a mis papás por eso, a nadie más.


Hoy estamos todos en la búsqueda de la vacuna contra la Influenza, porque eso también es un caos en Chile. En tanto, sobre la pandemia del Covid-19 ya no sé qué pensar. Mi madre es una flaca ULTRA diabética, hipertensa y operada de mil tonteras. Mi papá ha tenido 3 pre infartos, hace amneas al dormir, problemas al miocardio y al estómago, 4 hernias con las que vive, y otras tantas que ha operado. Todos tenemos problemas en la espalda y bueno, para qué seguir.


Aún así siento que estoy sana, porque nosotros 4 nos podemos tratar, pero ¿qué pasa en pandemia cuando el dinero deja de ser el factor decisor entre la vida y la muerte?


Hoy todos peleamos la misma lucha, dicen, pero sigue siendo desde veredas totalmente distintas. Aunque llegue a morir de Coronavirus, siento que llegué hasta acá solo por siempre haber tenido acceso a las mejores clínicas y no porque mi cuerpo se hizo inmune a nada. Sé que es una batalla en conjunto, pero cabros, seamos conscientes, no todos la vivimos igual y eso es un hecho. Puede que el Sr. Mañalich lo haya hecho la raja o muy como el hoyo, no dudo de sus buenas intenciones. Pero córtenla con que aquí la pelea la damos juntos, eso es mentira. El objetivo es el mismo, pero solo quiero enfatizar en esa gran diferencia.


Señores Ministros (no sé si hacer el llamado a Piñera, porque ese cabro anda peor que uno), ya era hora de que trabajaran. Ya era hora de que dieran explicaciones, pero adivinen, NO ES SUFICIENTE. Es hora de que todos los chilenos puedan acceder a la misma salud, por la real cresta.

Yo me pregunto, ¿qué hubiera pasado si no hubiera nacido donde nací? La respuesta es simple: estaría MUERTA. Basta de mentir. El fin es el mismo, lo entendemos, pero corten los discursos populistas que solo los hacen gastar saliva y dígnese a atendernos, FOR ONCE, a todos por igual.


Bless & #STAYHOME.




 
 
 

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