[COLUMNA] VI LA LUZ
- mfinsta
- 16 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 abr 2020
Todo comenzó hace dos semanas cuando desperté a las 4 de la mañana con ataque de colon. Juro por mi alma que sentía mi intestino haciendo una contorsión del tipo Cirque Du Soleil. No podía moverme del dolor y tenía que estar en una muy-poco-digna posición fetal para no desmayarme. Francamente, la huevona menos sexy de la Tierra. Y para un huracán de emociones y ansiedades como yo, sepan que el ESTAR EN CAMA es uno de los peores castigos que puedo sufrir. Es algo que simplemente detesto y el ataque de colon de mi especie es ese que, lamentablemente, es un 99% emocional y que tiene que ver con mis cientos de trastornos obsesivos compulsivos, mi desesperación por buscar la perfección y por ser una work-aholic bitch.
No sé cómo canalizarles en esta columna mi repudio a que me pidan 'que me calme, que me relaje, que no me exija tanto', pero si hay algo peor que eso es que me lo pidan sosteniendo una DIETA BLANDA. ¿Quién cresta inventó esa pinga? De un día para otro, todos salen con que tengo que comer todo lo que las nutriólogas prohíben. De repente, el arroz y los tallarines son nuestros mejores aliados, el Gatorade deja de ser para la caña y pasa a ser un salvoconducto y, peor aún, las galletas de soda llegan a ser excitantes. Una mierda.
Aguanté dos días así. Pero claro, al tercero fingí demencia y boom!... 'métele queque, papitas fritas y Trencito'. Para qué hablar de la Pepsi: mi droga favorita. "Al diablo el agua, las sopas y la manzanilla y pasen pa' acá las champañas y los completos", decía. Y peor: cuando llegó el día del conejo, me desperté con un "Feliz Pascua de Resurrección hija" de mi papá. "WHAAAAAAAT?!", pensé. "¿Qué le pasa a este señor, estará con los niveles ok?", me preguntaba a mí misma y francamente, pensé hasta en aniquilarlo creyéndome la Tokio de La Casa de Papel: a metralleta pura y sin piedad.
Cabros. Nadie me deja sin día del conejo.
Menos mal Sexy Paty considera que, a mis 28 años, mi ateísmo es todavía una etapa (la amo) y que se me pasará cuando encuentre la luz. Por tanto, retomé el aliento cuando noté que el pasillo estaba lleno de huevitos de chocolate (rellenos, no huecos, porque todos sabemos que esas mierdas son una estafa). Jamás me han "hostigado" como dicen algunos mentirosos. Jamás he sentido "demasiada azúcar". Por tanto, sabrán que el domingo solo comí huevitos de chocolate y nada más.
"¿Hija quieres algo de la parrilla?", me preguntaba mi papá. Qué iba a querer si se me salía el chocolate hasta por las orejas. Seguí comiendo huevitos sin parar durante la tarde. Eso hasta que probablemente me desmayé por coma diabético y desperté, OTRA VEZ, a las 4 de la mañana del lunes pasado. Y sí, con otro estupendo ATAQUE DE COLON. Y aquí estoy cabros. Totalmente rendida.
Me requisaron el computador como a una delincuente. Me obligaron a dormir siesta, a "disfrutar de mi cuarentena", una huevada que, francamente, no entiendo... porque a mí trabajar me hace feliz y punto. Esa tontera de encontrarme conmigo misma: las pelotas. No me he encontrado en 28 años y no lo haré en una Pandemia. Pero sí, paré la moto. Estoy trabajando menos y dedicándole más tiempo a las actividades con Sexy Paty. Nunca pensé que sería tanto más feliz limpiando y cocinando con ella antes que programando webs, como paso la mayor tiempo del día (porque tengo la fe de que será la próxima Steve Jobs).
El punto es que estas últimas 72 horas me he reído más que los 20 días anteriores y he disfrutado muchísimo de mi versión 'señora'. No sé cómo despertaré mañana, capaz este sea un delirio por tanto remedio adormecedor y calmantes y que me levante como el demonio que soy todos los días. En fin.
Siendo casi las 7 de la tarde, me despido muy arropada desde mi cama. Con una manzanilla y un paquete de galletas de agua esperándome. Carrete total.
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