Nueva York puede ser a veces una ciudad agotadora. El tráfico, las bocinas, la gente, los olores, las temperaturas extremas… Pero es justamente esa intensidad la que la hace una ciudad única.
Amamos Nueva York porque no existe una mejor vista de Manhattan que la que se tiene desde el Brooklyn Bridge luego de haberlo cruzado caminando.
Amamos Nueva York porque no hay nada más entretenido que visitar la feria de los agricultores en Union Square.
Amamos Nueva York porque tomar un Cosmopolitan en algún bar de Tribeca te hace sentir parte de Sex and the City (y te da la esperanza de que en cualquier momento aparezca tu Mr. Big).
Amamos Nueva York porque los brunch del Meatpacking son los mejores para pasar la caña.
Amamos Nueva York porque mirar los carteles publicitarios en Time Square nos motiva a seguir nuestros sueños.
Amamos Nueva York porque siempre habrá alguna obra entretenida para ir a ver a Broadway.
Amamos Nueva York porque no hay nada más agradable que sentarse a tomar una copa de vino (o una botella) en las camillas de madera del High Line.
Amamos Nueva York porque nos encanta ir de shopping (como Serena y Blair en Gossip Girl).
Amamos Nueva York porque en esa ciudad aprendimos a escuchar jazz en el Blue Note.
Amamos Nueva York porque hacer un pícnic en el Central Park nos hace recordar por qué nos fascinan los bagels (f*ckin' dieta).
Amamos Nueva York porque no hay mejor pizza que las callejeras que chorrean queso.
Amamos Nueva York porque nos gusta ir a caminar al Bryant Park.
Finalmente, amamos Nueva York porque es la ciudad que nunca duerme y donde los sueños se cumplen (YASSS).